El tercer tiempo...(1)
Ana era azafata. Cuando ambos coincidíamos en la capital, solíamos disfurtar juntos acudiendo a todo tipo de eventos. Aquella tarde Ana acababa de aterrizar con el vuelo semanal que viene de Santo Domingo. La habia ido a recoger con mi coche. Salió de la terminal como is de una musa se tratara: botas de caña alta, vestido abierto de algondon en blanco roto... vaporoso, muy vaporoso; su rubia cabellera elegantemente despeinada... y una deslumbrante sonrisa iluminando toda la terminal.
- Hola Carlillos.... donde vamos hoy?
- He previsto tarde de Baloncesto... cena de arroz y cava... y postre a elegir
Con un tierno beso en mis labios el plan quedó aceptado. Mientras conducía hacia el centro y la conversación divagaba por diversos temas intrascendentes mi mano derecha acariciaba su muslo izquierdo entre cada cambio de marcha... intentando atraparlo entre mis dedos.
De la mano accedimos al campo: grada vip con bebidas y algo de tapear incluido. Television de plasma para las repeticiones y cristal para evitar todos los ruidos de campo y mantener climatizado el habitáculo. Solo un problema: el partido era tediosos por momentos. Aguantamos dignamente el primer y segundo tiempo... pero para el tercero, Ana ya estaba dedicada a incordiarme bajo la camisa y mis manos ya conocian sobradamente su tanga (¿blanco?). El calor subia por momentos en el box y a cada rato una agradable señorita nos brindaba (e interrumpía) con una bandeja de algo: frutos secos, jamon... En un momento en el que nuestras lenguas exploraban mutuamente las profundidades de nuestras gargantas, ya no pude más... y cogiendo de la mano a Ana abandonamos raudos la sala, y como en una alocada carrera abri una puerta, luego otra... un pasillo oscuro, a la derecha luego otro pasillo, una puerta a la derecha, oscuridad un reducido espacio tras otra puerta... oscuridad y silencio: todo lo que necesitaba..
Coloque a Ana contra la pared, mientras mis manos ascendian libidinosas por sus muslos, bajo su vestido, en busca de aquel dichoso tanga... Ella, de espaldas, apretaba sus nalgas contra la dureza de mi pantalon... Con su tanga en mi mano, comencé a desabrocharme para permtirle que accediera a mi intimidad... aquel espacio comenzaba a impregnarse del olor de nuestros deseos..
Comentarios
Muchísimas gracias por la visita!!! Me ha encantado tu comentario!!!
Espero encontrar pronto la manera de poner enlace a tu blog en el mío, pues todavía no se hacerlo...
Gracias... Bsos
Su fuerza, su intensidas. Tanto que penetra nuestros sentidos...
Besos con chocolate.
un beso
Para que luego nos pongan malas caras a la hora de entrar de dos en dos en los lavabos de los aviones...
***besitos lascivos***
Un abrazo!!! del alma sensual!!!